¿Cómo es?
Para poder tener unas tasas elevadas de supervivencia, los ovocitos deben congelarse con unos métodos y unos medios determinados. De lo contrario, se formarían cristales de hielo que acabarían por dañar la estructura celular y sus orgánulos, ya que el 70% de la composición de la célula es agua. Es el mismo fenómeno que sucede cuando se congela una botella de agua de cristal. Así pues, es necesaria una técnica especial para conseguir la correcta criopreservación de los óvulos.
Años atrás, la técnica de congelación en el laboratorio de reproducción asistida era la congelación lenta, con la cual se formaban con bastante facilidad cristales de hielo que acababan dañando los óvulos. Las tasas de supervivencia no eran muy elevadas con esta técnica. Actualmente se han desarrollado avances que permiten utilizar una técnica de congelación ultra rápida, o vitrificación, mediante la cual se evita la formación de cristales. Esto se consigue sumergiendo los ovocitos en medios crioprotectores (que protegen de la congelación) y enfriándolos posteriormente en volúmenes muy pequeños rápidamente y a temperaturas extremadamente bajas mediante introducción en nitrógeno líquido a -196ºC.
Con esta técnica, no obstante, la cantidad de crioprotectores (sustancias que protegen de la congelación) utilizada es mayor, y por tanto el tiempo de exposición de éstos con las células debe ser muy controlado para que no lleguen a dañar la célula. Es muy importante realizar un correcto control de este proceso.
Este procedimiento garantiza una elevada supervivencia de los óvulos al descongelarlos, de entre el 90-95%. Esto significa que en la fecundación in vitro los resultados son muy parecidos a los obtenidos con óvulos frescos (no vitrificados).